lunes, 3 de agosto de 2009

Your own personal Sigmund


El otro día en casa de un amigo, se me ocurrió comer otra vez un trocito de la torta de la risa. La primera y, hasta ese entonces, última vez que la comí el efecto fue demasiado intenso. Esta vez, pensé que iba a ser menor. Cuando, de repente, ¡en pleno Metro de Caracas a las 5 p.m. en Plaza Venezuela, me explota la nota! ¡Pero durísimo! A duras penas llegué a la casa fingiendo normalidad. Como a la hora, media hora, (no tengo idea de cuánto tiempo transcurrió) comenzó el psicoanálisis, mi sentido de percepción se agudizó por completo y todos mis problemas sin resolver, aquellos que me ponen la vida triste, salieron a flote. Comencé a llorar, pero a llorar con una intensidad tan grande que sentí que lo que salía de mis ojos eran ríos de lágrimas. Era una tristeza tan enorme…y supe qué era lo que me tenía o, mejor dicho, me tiene así.

Hasta ahora pensaba que la causa de mi ligera depresión era el que no conseguía un empleo, que las probabilidades de terminar trabajando en comunidades (que es lo que deseo con toda mi alma) a estas alturas parece tan difícil, que justo esa semana nos habían pedido desalojar la habitación y, bueno, tantas cosas por las cuales sentirse mal pero la causa era, es…que lo extraño. Lo extraño de una manera tan grande…hace mucho me prohibí hacer comentarios de él, borré las fotos, lo borré del Facebook, borré su número (¡y no, no lo recuerdo!), boté los regalos que me había hecho, borré las canciones, cuando supongo que en realidad debería borrarlo de mi mente pero ¿cómo?

Debo confesar que no me sentí nada bien al saber que él era la causa de tanta tristeza pero al menos sé cuál es el problema a resolver.

P. D: Dicen que consumir es malo (todo en exceso sí es malo)…pero para mí es una de las pocas cosas que me permite ver cúal es o cuáles son los problemas, me permite ver de afuera hacia adentro. En resumidas cuentas, esa tortica hace de mi Sigmund Freud particular.

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